viernes, 2 de septiembre de 2011

(Mi Mundo Paralelo) Anime in my heart

Fui niño de nuevo. La mañana del sábado estaba cálida y tranquila. La tv solo emitía una pantalla de color negro y el reproductor de dvd, por debajo, esperaba ansioso que le ordenemos reproducir un video. Mi hermana a mi lado, con cara de dormida, esperaba ansiosa el comienzo del maratón que cada sábado realizábamos. Pero esta vez el visionado de capítulos de Naruto no iba ser algo común y corriente como los anteriores, esta vez íbamos a ver los últimos antes de largar con la segunda serie (Naruto Shippuden) y también en ello se iba a presentar la pelea entre Sasuke y Naruto. Peleón que esperábamos desde los primeros roces entre estos personajes antagónicos. 

Los minutos fueron pasando y la tensión de la batalla se incrementaba igual al magnetismo que nos aferraba a nuestros asientos. Una sucesión de escenas memorables iban transcurriendo sin que perdiéramos detalle alguno. Era un momento especial. Costaría que me lo olvidara. Los diálogos en japonés impregnados de dramatismo y carga emotiva se veían absorbidos por nuestras cabezas sin percibir lo distinto de nuestro idioma por defecto. Lo importante no era ni el exótico idioma, el infantil dibujo o el ficticio desarrollo de los acontecimientos, sino lo que valía era la esencia del momento que estábamos viviendo. 

- ¿Puedes entender lo que es perder a todo el mundo? – Dijo Sasuke tirado en el suelo con Naruto por encima aferrándose a su remera azul. El comedor de mi casa estaba en un silencio expectante. Esto solo se veía interrumpido por algún “Guau!”, “Nooo” o el insulto futbolero “Sasuke y la re-pu** madre que te pario”. 

Al cabo de unas horas el show termino dejando la ansiedad y el hype para ver la historia que transcurría tres años después. Pero no fue lo único que quedo cuando se disipo la niebla de placer en mi mente. Infancia. Es la palabra que este “intento de escritor” y Otaku pudo encontrar. En la mañana de ese sábado me sentí como en mi infancia o, para ser más benevolente, en mi adolescencia. Sentado junto a mi hermana siendo arbitro de una lucha de traumas, sentimientos y demás ideologías orientales, me vi como si estuviera en otro lado. En la casa de mi fallecida abuela, mientras ella me hacia un pan con manteca (y azúcar, claro), viendo el (también fallecido) Azul Toon donde emitían la batalla de Freezer con Goku minutos antes de transformarse en Súper Saiyan. O tirado en el piso viendo como Butterflie era abandonado por Ash en Pokemon. O sentado sobre el césped en el patio de mi casa leyendo el manga que explicaba como le habían hecho la cicatriz en forma de cruz a Kenshin. 

Dejando de lado cualquier inmadurez, falta de afecto, etc. que podría esto reflejar. Lo único que puedo decir es que ese sábado, ante ese anime, en esa situación…la pase como un chancho en el barro: Feliz. Como ese chico, ese adolescente que el único problema que tenia era cuando empezaba el siguiente episodio. 

La bandeja del dvd salió con un ligero sonido mecánico, saque el disco y lo guarde en su caja. La mire a mi hermanita y le dije:

- El sábado que viene comenzamos a ver Shippuden, ¿No? 

La respuesta fue obvia.

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