
Había una vez en un lugar muy lejano, catalogado por algunos como un país tercermundista, un pequeño patito diferente al estándar de los demás patitos. Este componente de exclusión no era nada relacionado con su etnia (ya que en esa época todavía estaba penado con la muerte nacer con un color de plumaje que difería a la de la mayoría no absoluta de la población patifera), tampoco con su inclinación amorosa (las orgías semanales que se organizaban...